4to año 2018

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Ante una urna electoral para diputados al Con­greso, se presenta una menguada fila de votan­tes con la sola lista del PAN. A un costado Juárez Celman pregunta:"¿ Dígame Dr. cómo es que veo una sola lista?". El ministro Quirno Costa le respon­de: " Es que está compuesta por hombres tan asom­brosamente populares que la oposición se ha reti­rado avergonzada".


1. Explica brevemente la situación política a la que hace referencia la caricatura
2. Puntos de vista:
a. Si fueras un miembro del gobierno: ¿cómo justificarías el fraude electoral?

b. Si no fueras un miembro del gobierno: ¿a qué causas atribuirías el fraude electoral?

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En 1887, al abandonar la presidencia de la República, el general Roca decía en un banquete que le ofreció en Londres la casa bancaria Baring Brothers: "He abrigado siempre una gran simpatía hacia Inglaterra. La República Argentina, que será algún día una gran nación, no olvidará jamás que el estado de progreso y prosperidad en que se encuentra en estos momentos se debe, en gran parte, al capital inglés que no tiene miedo a las distancias y ha afluido aquí en cantidades considerables, en forma de ferrocarriles, tranvías, colonias, explotación minera y otras varias empresas." Era la sensación y el juicio de las minorías que, al tiempo que se enorgullecían del acelerado progreso que alcanzaba el país, se enriquecían con la valorización de sus tierras y con la exportación de sus productos.

Romero. José Luis. Las ideas en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires. Biblioteca Actual. 1987

"En la Pampa húmeda surgió una poderosa estructura económica, favorecida por un escenario geográfico excepcionalmente adecuado para las tareas agropecuarias (...) La riqueza de los estancieros con apellidos tradicionales se acrecentó luego con la exportación de carne gracias al descubrimiento de Teillier (1873) y al frigorífico. Ambos hechos, conjuntamente con la difusión del alambrado, señalan las realidades más importantes de la Argentina para el acrecentamiento de la riqueza y el poder de los menos"
Félix Luna, El mundo rural. En Historia de la Argentina. 1880-90.
1- A partir de la lectura de los textos identifica tres características de la etapa agroexportadora.
2- A partir de lo visto en clase y la lectura del cuadernillo ¿Qué división se produjo entre los ganaderos? ¿Qué tipo de carne produce cada uno?

BUENOS AIRES Y LA CONFEDERACIÓN (1852 - 1862)


Después de Caseros
La batalla de Caseros puso fin al período de la con­federación rosista en febrero de 1852. Rosas partió al exilio en Inglaterra y Urquiza entró con las tropas vencedoras en la ciudad de Buenos Aires, donde nombró gobernador provisional de la provincia a Vicente López y Planes.
Muchos porteños se sintieron descontentos por la presencia del ejército en la ciudad y por la pérdida de la hegemonía de su provincia en la política nacional. Por su parte, los exiliados antirrosistas comenzaron a volver, pero sus expectativas chocaron con las medidas tomadas por Urquiza, quien, en respeto de las autonomías provinciales y para evitar nuevos enfrentamientos, se opuso al reemplazo de los gobernadores del Interior que habían apoyado a Rosas.
Urquiza mostró un gran interés por concretar la organización constitucional del país. De acuerdo con sus propuestas, las provincias acordaron la vigencia del Pacto Federal de 1831, le delegaron el manejo de las relaciones exteriores y aceptaron el proyecto de organización nacional. Con el objeto de establecer los puntos de acuerdo, los gobernadores, convocados por Urquiza, se reunieron en San Nicolás de los Arroyos. Allí, el 31 de mayo de 1852 firmaron el Acuerdo de San Nicolás.
El Acuerdo firmado por todas las provincias, con excepción de Buenos Aires, establecía:
  • la vigencia del Pacto Federal de 1831;
  • la convocatoria a un Congreso Constituyente en la ciudad de Santa Fe, al que asistirían dos diputados por provincia;
  • la supresión de los derechos de tránsito para las mercaderías que pasaban de una provincia a la otra;
  • la creación del cargo de director provisorio de la Confederación Argentina, al que se le asignaban funciones clave: ser jefe de los ejércitos para reprimir cualquier intento de la alteración de la paz interior, reglamentar la libre navegación de los ríos interiores, asegurar la convocatoria del Congreso y hacer cumplir la constitución que se sancionase.
El General Urquiza fue nombrado director provisorio de la Confederación Argentina.


La secesión de Buenos Aires
Ante la nueva situación política, los grupos dominantes de Buenos Aires adop­taron distintas posiciones:
  • Los federales defendían el proceso de organización nacional. Entre ellos se contaban el gobernador Vicente López y Planes y su hijo, Vicente Fidel López.
  • Los autonomistas, cuyo líder era Valentín Alsina, se oponían a la política de Urquiza, a la capitalización de Buenos Aires y a la nacionalización de la aduana. En caso de no lograr el predominio sobre las demás provincias, pro­ponían la secesión de Buenos Aires en un Estado independiente.
  • Los nacionalistas, seguidores de Bartolomé Mitre, eran partidarios de la organización nacional, pero bajo la dirección de Buenos Aires.
El debate sobre el Acuerdo llegó a la legislatura bonaerense en las llama­das "jornadas de junio". Bartolomé Mitre y Dalmacio Vélez Sársfield fueron los principales oradores opositores. Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, ministros de la provincia, destacaron la necesidad de una organización pro­visoria para llegar a la organización nacional. Como sus argumentos fueron rechazados, el gobernador López y Planes renunció. En respuesta, Urquiza ocupó militarmente la ciudad y asumió personalmente el gobierno de la pro­vincia. Sin embargo, la oposición no cesó y el 11 de septiembre de 1852, apro­vechando que Urquiza se había marchado a Santa Fe para la inauguración del Congreso Constituyente, los autonomistas y los nacionalistas, unidos a anti­guos rosisfas. se levantaron contra el gobierno nacional. La legislatura porteña desconoció al Congreso Constituyente, retiró sus diputados y reasumió el manejo de las relaciones exteriores. A partir de entonces, Buenos Aires se sepa­ró de la Confederación.
La Constitución de 1853
En noviembre de 1852 se inauguraron las sesiones del Congreso Constituyente en Santa Fe. En su mayo­ría, los diputados habían sido elegidos por los gober­nadores con el consentimiento de Urquiza. Una comi­sión redactó el proyecto a partir del cual se aprobó la Constitución. El texto fijaba que el Estado debía res­guardar el bien público y las libertades individuales y fomentar el progreso de la sociedad y la inmigración extranjera. La Constitución fue promulgada el 1 de mayo de 1853.
Las fuentes de la Constitución fueron los documen­tos para la organización política (estatutos, reglamentos, constituciones y pactos) producidos desde 1810; la obra de Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina; El Dogma Socialista, de Esteban Echeverría y la Constitución de los Estados Unidos.
Los diputados adoptaron la forma de gobierno representativa, republica­na y federal, lo que significaba que las provincias conservaban su autonomía. Sin embargo, se trataba de autonomías restringidas, ya que el gobierno federal asumía amplios poderes, entre ellos, la posibilidad de declarar el estado de sitio y el recurso de la intervención federal. Se estableció la división en tres poderes.
El Poder Legislativo, compuesto por dos cámaras: la de Senadores, integrada por dos senadores por provincia, y la de Diputados, elegidos proporcionalmente al número de habitantes de cada provincia. Establecía un Poder Ejecutivo inte­grado por un presidente, acompañado por un vicepresidente; elegidos por seis años. El Poder Judicial quedaba conformado por la Corte Suprema de Justicia y tribunales inferiores.
Urquiza, presidente constitucional
En noviembre de 1853, Urquiza fue elegido presidente constitucional. Debido a la separación de Buenos Aires, la ciudad de Paraná se constituyó en la sede de las autoridades nacionales. Urquiza llamó a elección de senadores y diputados para formar el primer Congreso Nacional. En cambio, la organización del Poder Judicial fue más difícil, ya que faltaban personas capacitadas.
Aunque Urquiza propiciaba una política de paz, debió intervenir en varios conflictos: la secesión de Buenos Aires, la guerra entre Santiago del Estero y Tucumán y las rebeliones en Santa Fe y en San Juan.
La Confederación debió enfrentar serios problemas: la falta de recursos, la dependencia del puerto de Buenos Aires para el comercio exterior, diversas tra­bas para organizar un mercado interno (cobro de derechos de tránsito entre las provincias, dificultades en las comunicaciones y en el tránsito de las merca­derías) y la escasa recaudación aduanera y fiscal.
Urquiza tomó medidas en pos de la unificación y modernización econó­mica, como la abolición de las aduanas interiores y los derechos de tránsito, la mejora del sistema de correos, caminos y mensajerías, la habilitación del puer­to de Rosario para el comercio exterior y el impulso a la instalación de ferroca­rriles y a la colonización.
En 1856, el Congreso aprobó la Ley de Derechos Diferenciales, que fijaba aranceles aduaneros más altos a las mercaderías que provinieran de otros puer­tos. El objetivo era incrementar el comercio de la Confederación y perjudicar los intereses de Buenos Aires. Sin embargo, estas medidas no dieron los resultados esperados y el puerto de Buenos Aires siguió siendo el principal cen­tro del comercio exterior del país.
El Estado de Buenos Aires
Después de desconocer el Acuerdo de San Nicolás, Buenos Aires se organizó como Estado independiente. En 1854 dictó una Constitución que procla­maba el libre ejercicio de su soberanía. Para la provincia fue un período de gran prosperidad, debido a que el aislamiento le permitió disfrutar de las renta aduaneras en momentos en que crecía el comercio exterior, sin tener que hacer frente a gastos nacionales.
El gobernador Pastor Obligado  comenzó un proceso de moderni­zación, con novedades como la iluminación a gas, la inauguración del pri­mer Teatro Colón, la pavimentación de calles y la instalación del muelle y la Aduana Nueva. En 1857 se inauguró el primer ferrocarril, que unía Buenos Aires con Floresta, pasando por San José de Flores. También se construyó el Hospital de Mujeres y se crearon escuelas para niñas y huérfanas.
Las posiciones políticas se expresaban en dos partidos: el Federal Reformista (a quienes sus enemigos llamaban chupandinos) aspiraba a lograr la unión nacio­nal, mientras que el Liberal, en el que habían confluido autonomistas y nacio­nalistas (apodados pandilleros), postulaba mantener la segregación. Este último triunfó en las elecciones para gobernador de 1857, con lo que se acen­tuó la tensión con la Confederación.

Las relaciones con la Confederación
Buenos Aires y la Confederación habían firmado tratados de pacificación y para establecer el carácter provisional de la separación en 1854 y 1855. Pese a ello, la permanente intervención de Buenos Aires en la política interna de las provincias y la sanción de la Ley de Derechos Diferenciales originaron nuevo conflictos. Además de las razones políticas, el conflicto tenía razones económi­cas: la grave situación económica de la Confederación, que necesitaba resolver con urgencia la reincorporación de Buenos Aires.
Un acontecimiento político precipitó el enfrentamiento: el encarcelamiento y posterior asesinato del gobernador sanjuanino, Nazario Benavídez, hecho ins­tigado por los porteños. El Congreso autorizó al presidente de la Confederación a resolver el conflicto por la fuerza. El 23 de octubre de 1859, el ejército con­federal, dirigido por Urquiza, derrotó al de Buenos Aires, conducido por Mitre, en la batalla de Cepeda. Urquiza exigió la renuncia del gobernador Alsina e inició negociaciones para reincorporar a Buenos Aires a la Confederación; esto se acordó en el Pacto de Unión Nacional, también conocido como Pacto de San José de Flores, por el lugar donde se firmó.
No obstante, Buenos Aires puso condiciones: solo aceptaría la Constitución luego de que una Convención provincial la estudiara y propusiera reformas. Por esa razón, en septiembre de 1860 se aprobó la primera reforma constitucional, algunos de cuyos cambios aseguraban la autonomía bonaerense. Por ejemplo, se reemplazó el artículo 3°, que declaraba a Buenos Aires capital de la República, por otro que esta­blecía que la capi­tal se fijaría por ley del Congreso, previa cesión de la Legislatura o Legislaturas provin­ciales del territorio a nacionalizar.
Buenos Aires se impone a la Confederación
La unión no suprimió las rivalidades entre Buenos Aires y las otras provincias. El gobierno porteño trató de mantener su autonomía y, en especial, el mane­jo de sus recursos aduaneros. En 1860, cuando Bartolomé Mitre fue elegido gobernador de Buenos Aires, se firmó un convenio complementario al Pacto de San José de Flores, mediante el cual Buenos Aires mantenía el manejo de la aduana por un tiempo indeterminado y se comprometía a entregar 1.500.000 pesos mensuales a la Confederación.
El nuevo presidente, Santiago Derqui, intentó mantener relaciones cordia­les con el gobernador bonaerense para fortalecer su posición y asegurar la paz. Visitó Buenos Aires acompañado por Urquiza y luego, junto con Mitre, concu­rrió al palacio San José, en Entre Ríos.
Sin embargo, en el Interior aumentaron las rivalidades entre los partidarios de la Confederación y los de Buenos Aires. Surgieron grupos favorables a los porteños en Santiago del Estero, Córdoba y San Juan, mientras que Mitre pos­tergaba el pago de los fondos prometidos al gobierno nacional.
En noviembre de 1860, el interventor federal de San Juan, José Vicente Virasoro, fue asesinado y reemplazado por un gobierno liberal, partidario de Buenos Aires. En respuesta a esta situación, la Confederación envió tropas que ejecutaron al gobernador liberal Antonino Aberastain, por lo que Mitre protes­tó ante Urquiza y Derqui. La situación se agravó cuando los diputados porteños que debían integrarse al Congreso en Paraná fueron rechazados por el gobierno nacional.
El 17 de septiembre de 1861, las fuerzas de Urquiza y Mitre volvieron a enfrentarse en la batalla de Pavón. Después de las primeras acciones, Urquiza se retiró del campo de batalla, por lo que Derqui se vio obligado a renunciar.
Urquiza y Mitre se reunieron y pactaron que a este último le correspondía restablecer la unidad nacional, para lo cual asumió como presidente provisional en enero de 1862. Durante los meses siguientes, las expediciones militares que Mitre envió al interior controlaron la situación y las provincias fueron delegan­do el manejo de los asuntos nacionales en su persona. El centro del poder polí­tico se había desplazado del Litoral a Buenos Aires. Mitre fue elegido presiden­te constitucional y tomó posesión del cargo el 13 de octubre de 1862.


LA FORMACIÓN DEL ESTADO ARGENTINO (1862 -1880)


Los tres presidentes que se sucedieron entre 1862 y 1880, Mitre, Sarmiento y Avellaneda,  representaron un proyecto común: el de la formación del Estado nacional. Durante el gobierno de Mitre, los nacionalistas porteños impulsaron un proceso de cen­tralización conducido por Buenos Aires, para el que era imprescindible crear un sistema de alianzas con los grupos dominantes del Interior. Estos sectores vieron en la implementación de un poder central la oportunidad de beneficiar­se en sus actividades económicas. Así, por ejemplo, los terratenientes azucare­ros de Tucumán, al aliarse al Estado nacional, obtuvieron rebajas impositivas, nueva maquinaria, subsidios y acceso al mercado de Buenos Aires para su pro­ducción. En el Litoral, Urquiza asumió una actitud conciliadora e impulsó la incorporación de las provincias en un proyecto nacional.
Hacia fines del mandato de Mitre se presentó el problema de la sucesión pre­sidencial. Los candidatos representaban a los partidos entonces existen­tes: Urquiza, al Partido Federal, con apoyo en el Litoral; Rufino de Elizalde, al Partido Nacionalista y Adolfo Alsina, al Partido Autonomista. Por su parte, los oficiales del ejército propusieron un candidato de unión: Domingo Faustino Sarmiento. Mediante negociaciones se llegó a la fórmula Sarmiento-Alsina, que triunfó en los comicios de 1868.
Cuando fue el turno de suceder a Sarmiento, este propició la formación de un partido de alcance nacional. De la unión del autonomismo porteño y el Partido Nacionalista, que representaba a la mayoría de los gobernadores provin­ciales, surgió el Partido Autonomista Nacional (PAN). Su candidato, Nicolás Avellaneda, se impuso en las elecciones de 1874. Mitre, su rival político y líder del Partido Nacionalista, se rebeló contra las autoridades, pero fue derrotado por las tropas enviadas por el presidente. Este triunfo del gobierno consolidó la autoridad presidencial.

Entre el consenso y la coerción
La formación del Estado nacional supuso la construcción de un nuevo orden, en el cual el gobierno central se apoderó de funciones antes ejercidas por las provincias o por instituciones como la Iglesia. Para imponer su autoridad, el Estado recurrió tanto al acuerdo o consenso como a la coerción, o sea, al uso de la fuerza.
Entre las formas de consenso, las autoridades nacionales captaron apoyos entre los sectores dominantes y los gobiernos del Interior, a través de alianzas y coaliciones que suponían compromisos y ayudas recíprocas; realizaron obras y prestaron servicios en todo el territorio nacional y reglamentaron la actividad económica, en un marco de inserción capitalista; crearon y difundieron valores, conocimientos y símbolos para afianzar el sentimiento de pertenencia a una misma nación.
La aplicación de la coerción, es decir, de la fuerza, fue el modo de reprimir todo intento de rebelión contra la autoridad del Estado nacional.


Los poderes de gobierno
Si bien Urquiza había intentado organizar los poderes del Estado, la separación de Buenos Aires y los enfrentamientos civiles habían impedido que se concre­tara. Por eso, a partir de 1862, los sucesivos presidentes se abocaron a poner en práctica las disposiciones constitucionales acerca de la división de poderes.
Las autoridades nacionales, residentes en Buenos Aires a partir de 1862 como "huéspedes", fueron adquiriendo cada vez más funciones y atribuciones en la medida que se concretaba el avance del Estado nacional sobre las provin­cias. Para llevar adelante las nuevas tareas, el Poder Ejecutivo necesitó de una burocracia formada por un número creciente de funcionarios y empleados.
El Poder Legislativo sancionó leyes que consolidaron el nuevo orden econó­mico y político, entre ellas, las que reglamentaron el Poder Judicial. En 1863, el presidente, con acuerdo del Senado, puso en funciones a los integrantes de la primera Corte Suprema de Justicia y comenzó la organización de los tribunales federales.
Por una ley de 1863 se estableció que para emitir el sufragio, los ciudada­nos debían inscribirse en un padrón. En los comicios, que se realizaban en los atrios de las iglesias o en los portales de los juzgados, los votantes se expresa­ban en forma oral o escrita a favor de un candidato. En 1873 se introdujo la utilización de boletas electorales, es decir, del voto escrito.

El ordenamiento jurídico
Desde 1810, los sucesivos gobiernos dictaron normas jurídicas que, de manera desordenada, tuvieron vigencia a lo largo del período independiente. La super­posición y contradicción de este conjunto de leyes hizo necesario un minucio­so trabajo de revisión por parte de juristas para redactar modernos códigos con vigencia en todo el territorio nacional.
El Código de Comercio, redactado por Dalmacio Vélez Sársfield y Eduardo Acevedo para la provincia de Buenos Aires en 1858, fue extendido a todo el país durante la presidencia de Mitre. Vélez Sársfield elaboró también el Código Civil, que entró en vigencia en 1871 y estableció el régimen jurídico general de dere­chos y obligaciones, contratos, matrimonio y familia. Recién en la década de 1880 se sancionaron los códigos Penal y de Minería, luego de años de debate parlamentario.

Las fuerzas armadas nacionales
Las atribuciones del Estado nacional incluyen el monopolio de la fuerza, es decir que solo el Estado pueda hacer uso de las armas en todo su territorio. Para ello crea fuerzas armadas únicas de alcance nacional.
Durante décadas no había existido esa fuerza militar centralizada y única, sino un conjunto de milicias provinciales o ejércitos como los del período de la independencia o los de las guerras civiles. Después de Pavón, Mitre organizó el núcleo del futuro ejército reuniendo a la Guardia Nacional de Buenos Aires con efectivos de la Confederación, y transfirió el Ministerio de Guerra y Marina y la Comandancia General de Armas de la provincia de Buenos Aires a la jurisdicción nacional. En 1864 organizó un Ejército Nacional, al crear cuerpos de línea que distribuyó por todo el país.
Dos procesos, que se tratarán más adelante, contribuyeron a consolidar su creación: uno externo, la guerra con el Paraguay, y otro interno, las rebeliones del Interior contra el gobierno nacional. Así, el Ejército asumió una doble fun­ción: la de defensor de las fronteras y, a la vez, la de instrumento del Estado para imponer el orden interno.


Las resistencias del interior


Durante las presidencias de Mitre y Sarmiento, el gobierno nacional enfren­tó resistencias en las provincias. Estas rebeliones tuvieron una causa común la defensa de las autonomías provinciales frente a un Estado nacional que para los caudillos y sus montoneras, representaba el proyecto hegemónico de Buenos Aires.
Las fuerzas enviadas por Mitre al Interior después de Pavón encontraron importante resistencia en La Rioja, acaudillada por Ángel Vicente Peñaloza -“el Chacho"-. En 1862 se firmó un tratado de paz con Peñaloza, pero al año siguiente, el caudillo riojano encabezó un levantamiento que se extendió a Córdoba, San Luis y Catamarca. Sarmiento, nombrado gobernador de San Juan por Mitre dirigió la guerra contra el Chacho. En noviembre de 1863, Peñaloza fue asesinado por Pablo Irrazábal, coronel del ejército que combatía el levantamiento de los caudillos.
Las situaciones de miseria creciente en el interior y el rechazo a las levas masivas para combatir en el Paraguay provocaron el surgimiento de nuevos levantamientos. En 1866 comenzó el "levantamiento de los colorados” en Mendoza y San Luis. Desde Chile, el caudillo Felipe Varela avanzó con sus montoneras sobre San Juan. Varela proponía el federalismo frente al centralismo porteño, la unidad latinoamericana y la paz con el Paraguay. A principios de 1867, sus fuerzas controlaban toda la región cuyana y planificaban acciones sobre las provincias del norte. El gobierno nacional y los hermanos Taboada, caudillos santiagueños, movilizaron tropas contra Varela y el 10 de abril los derrotaron en Pozo de Vargas, cerca de la capital riojana.
Los últimos levantamientos contra el Estado nacional sucedieron en Entre Ríos. El acercamiento de Urquiza al presidente Sarmiento fue considerado traición por los federales, quienes prepararon una rebelión dirigida por Ricardo López Jordán. El 11 de abril de 1870, una partida federal asaltó el palacio San José y asesinó a Urquiza. El gobierno de Entre Ríos quedó en manos de López Jordán. Sarmiento envió tropas que, finalmente, vencieron al caudillo entrerriano en Ñaembé, provincia de Corrientes, en enero de 1871. López Jordán dirigió otros dos levantamientos en 1873 y 1876, en los que fue derrotado debido a la superioridad técnica del Ejército Nacional producto de nuevos avances: las primeras ametralladoras y la posibilidad de contar con el ferrocarril para trasladar a las tropas.


La unificación territorial del Estado argentino


Ante la creciente demanda de alimentos por parte de los países centrales, los gobiernos del período 1862-1880 impulsaron políticas destinadas a crear las condiciones para que la Argentina se integrara en el nuevo orden internacio­nal. Para ello solucionaron viejos problemas económicos que impedían la con­formación de un mercado interno y complicaban el comercio con el exterior:
  • suprimieron las aduanas interiores, que eran un obstáculo para el comer­cio interior;
  • nacionalizaron las aduanas exteriores, en especial la del puerto de Buenos Aires;
  • emitieron una moneda nacional de curso legal en todo el territorio.
Al mismo tiempo, desarrollaron la infraestructura necesaria para que aumentara la producción agropecuaria y se garantizara la circulación de bienes y personas dentro del país y hacia el exterior. Los recursos para realizar muchas de estas obras se obtuvieron por medio de préstamos, pedidos generalmente a ban­cos y financistas británicos. La falta de mano de obra se solucionó con el fomen­to a la inmigración, impulsado tempranamente por la Constitución de 1853.
La incorporación del país al mercado mundial también requería moderni­zar la legislación, la educación y la administración. En este último campo, entre otras novedades, se inició el uso de las estadísticas para conocer mejor la realidad. Fue así que en 1869 se reali­zó el primer Censo nacional
Los deficientes caminos y la falta de medios de transporte modernos y veloces eran problemas centrales en la Argentina de mediados del siglo XIX. Al igual que en la época colonial, los comerciantes trasladaban las mercaderías en cara­vanas de carretas o en mulas, y los viajeros utilizaban diligencias para atravesar las grandes distancias que separaban las poblaciones de la época. En el Litoral se usaba frecuentemente el transporte fluvial, más rápido y menos costo.
Estos problemas comenzaron a solucionarse con la introducción del ferroca­rril y los barcos de vapor. En 1857, el Estado de Buenos Aires inauguró el primer ferrocarril que unía la ciudad de Buenos Aires con Floresta. Durante las presiden­cias de Mitre y Sarmiento, una empresa inglesa realizó las obras del Ferrocarril Central Argentino, que unió Rosario y Córdoba; más tarde, se extendió hasta Tucumán y finalmente, hasta Buenos Aires. Otros emprendimientos ferroviarios se hicieron en la provincia de Buenos Aires y el Litoral. En 1880, la red ferroviaria nacional era de 2.516 kilómetros, de ios cuales 1.227 pertenecían al Estado.
También se modernizaron las comunicaciones con la introducción del telé­grafo. Esta innovación permitió mejorar las relaciones comerciales y fue utili­zada por el ejército durante la llamada "conquista del desierto".


La conquista del “desierto”

Como ya dijimos, un objetivo central para la consolidación del Estado era lograr la unidad territo­rial. Era necesario entonces resolver algunos problemas, entre ellos, la existencia de fronteras exteriores y límites interprovinciales imprecisos y el hecho de que territorios reclamados como propios por el Estado no estuvieran bajo su control, sino en manos de población indígena. Esto sucedía en el norte, en la región del Chaco (comprendida por las actuales provincias de Chaco y Formosa, el norte de Santa Fe, el noreste de Santiago del Estero y el noreste de Salta) y en el sur, en la Pampa central y en la Patagonia (sur y oeste del actual territorio bonaerense, sur de las provincias de Mendoza, Córdoba y San Luis, La Pampa y todas las pro­vincias patagónicas).
Los blancos llamaban "desierto" al vasto territorio pampeano-patagónico habitado por pueblos indígenas. Esta expresión quería decir que no estaba habi­tado por población blanca. En las ideas que predominaban en esa época, los indí­genas eran considerados "inferiores" y representantes de la "barbarie", en con­traposición a la "civilización", que se adjudicaba a los blancos y, en especial, a las características de la moderna sociedad capitalista y su cultura.
Blancos e indígenas habitaban territorios separados por una frontera interior constituida por construcciones defensivas llamadas fortines, que se extendían desde el sur de Mendoza hasta Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. Al este y al norte de esa línea de fortines se hallaba el territorio de los blancos; al oeste y al sur, el de los indígenas.
Tras la caída de Rosas, los malones contra las estancias y los poblados recru­decieron. Hacia mediados del siglo XIX, el cacique araucano Calfucurá, llega­do desde Chile, organizó una confederación de comunidades con centro en las tolderías de las Salinas Grandes e inició una ofensiva general sobre la campaña bonaerense. Como consecuencia del recrudecimiento de los ataques indígenas, la frontera retrocedió hacia el Norte.
En 1872, Calfucurá fue derrotado por tropas del Ejército Nacional. Al año siguiente falleció y fue sucedido por su hijo, Namuncurá, quien no pudo mante­ner el control sobre todos los jefes indígenas.
La ocupación de grandes extensiones de tierras por parte de los indígenas y sus ataques a las propiedades de los blancos representaban un grave problema para la consolidación del poder del Estado. Por un lado, impedían la integración plena del territorio bajo una misma autoridad central. Por otro lado, obstaculizaban el progreso capitalista, ya que esas tierras no estaban disponibles para la produc­ción de los alimentos que demandaban las economías centrales.
Durante la presidencia de Avellaneda, el ministro de Guerra, Adolfo Alsina, presentó al Congreso un plan de extensión de la frontera, mediante la cons­trucción de dos líneas de fortines, comunicadas entre sí por el telégrafo, y el esta­blecimiento de nuevas poblaciones y estancias. La línea exterior estaría unida por una zanja continua, que dificultaría la retirada de los malones indígenas. Esta propuesta fue muy criticada porque solo contemplaba acciones defensivas que no impedían los ataques. Aun así, el gobierno comenzó las obras: repartió tierras, levantó fortines e inició la construcción de la zanja.
En 1877, Alsina falleció y su sucesor en el Ministerio de Guerra, Julio Argentino Roca, impuso su criterio y organizó una campaña ofensiva para poner fin al "problema indígena".
El plan de Roca contemplaba lanzar una gran ofensiva militar sobre el territorio de los indígenas para desplazarlos más allá del río Negro. El Congreso autorizó la campaña y dispuso su financiación mediante la venta anticipada de las tierras que se conquistaran.
Entre 1878 y 1879, Roca dirigió la ofensiva. En una primera etapa se realiza­ron ataques sorpresivos a las tolderías y se reconoció el territorio. La segunda etapa consistió en un avance general hasta el río Negro.
Al finalizar las operaciones de esta campaña, las tropas nacionales habían matado a 1.300 indígenas y tomado 14.000 prisioneros.
Durante la presidencia de Roca (1880-1886), se realizaron campañas com­plementarias que dieron como resultado la ocupación de la zona cordillerana y los pasos hacia Chile y, finalmente, de toda la Patagonia.
Tal como Roca se lo había propuesto, su campaña aseguró el control sobre el "desierto" y produjo las siguientes consecuencias:
  • el Estado nacional afirmó su autoridad sobre los territorios ganados;
  • se incorporaron grandes extensiones de tierras que se destinaron a la agri­cultura y la ganadería;
  • la venta de las tierras o su entrega como premio militar contribuyeron a la consolidación de la gran propiedad, en manos de los terratenientes pampeanos;
  • surgieron nuevos pueblos y estancias y se extendieron los ferrocarriles;
  • los indígenas perdieron su independencia y debieron someterse a la autori­dad del Estado nacional;
  • las comunidades indígenas perdieron la mayor parte de sus tierras y fueron obligadas a instalarse en áreas poco productivas.


La federalización de Buenos Aires
Para 1880 estaba pendiente el establecimiento definitivo de la capital de la República. Los grupos dominantes porteños (terratenientes y comerciantes) habían resistido durante años que la ciudad de Buenos Aires pasase a manos del gobierno federal, pero la consolidación del Estado nacional debilitó sus posiciones.
El presidente Avellaneda anunció su decisión de federalizar la ciudad de Buenos Aires en 1880. Ese mismo año, las elecciones presidenciales tuvieron la "cuestión capital" como uno de sus temas centrales. El general Roca, candida­to por el PAN y partidario de la federalización, triunfó sobre el candidato por­teño, Carlos Tejedor, que era gobernador bonaerense y rechazaba el proyecto de Avellaneda. Tejedor no aceptó el resultado de las elecciones y movilizó a la milicia provincial contra las autoridades nacionales. Tras duros combates, el Ejército Nacional derrotó el levantamiento. Este resultado permitió que, por ley del 21 de septiembre de 1880, la ciudad de Buenos Aires fuese designada capi­tal del Estado argentino.


Política exterior


Los gobiernos argentinos no participaron de los intentos panamericanistas del período y definieron una política exterior estrechamente vinculada a Europa.
Se mantuvieron relaciones cordiales con los países europeos para lograr inver­siones y la llegada de inmigrantes. Debido a esta política, en 1863 se obtuvo el reconocimiento de la independencia nacional por parte de España. Durante su pre­sidencia, Mitre rechazó la invitación del gobierno peruano para que la Argentina participara en el Tratado Continental. Tampoco aceptó las propuestas de la Unión Americana y retiró al representante argentino del Congreso Americano.
En oposición a la política de Mitre se manifestaron algunos intelectuales, ofi­ciales de las guerras de la independencia y caudillos federales del Interior como, por ejemplo, Felipe Várela.

Los problemas limítrofes con Chile
La expansión territorial hacia la Patagonia generó disputas entre los gobiernos de la Argentina y Chile. Desde la década de 1860, el gobierno de Mitre promo­vió la presencia de pioneros en la región. Por su parte, en 1872 Chile reclamó derechos sobre los territorios al sur del río Deseado, lo que fue rechazado por la Argentina. En 1879, la campaña de Roca ase­guró la ocupación del territorio patagónico, en momentos en que Chile estaba en guerra con el Perú y Bolivia.
En 1881, la Argentina y Chile firmaron un Tratado de Límites en el que se fijaron las fronteras entre ambos países desde el norte hasta el paralelo 52, en las más altas cum­bres que dividen aguas en la cordillera de los Andes; se reconocieron la soberanía argentina en la Patagonia occidental y los derechos chi­lenos sobre el estrecho de Magallanes. Tierra del Fuego y las islas adyacentes se dividieron sobre la base del principio "la Argentina en el Atlántico, Chile en el Pacífico". Cualquier dificultad sería sometida al arbitraje de una potencia extranjera.
La guerra de la Triple Alianza

Desde su independencia en 1811, el Paraguay llevó adelante una política de aislamiento. Bajo los gobiernos de Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) y de Carlos Antonio López (1844-1862) se desarrolló una economía autosu­ficiente. El Estado asumió el monopolio de la explotación y comercialización del tabaco y la yerba mate e impulsó la producción de bienes manufacturados (fábricas textiles, de armamentos y astilleros), sin recurrir a préstamos extran­jeros. La introducción del telégrafo y el ferrocarril mejoró las comunicaciones. También incentivó la educación pública, mediante la construcción de escuelas y la presencia de maestros europeos. Francisco Solano López continuó esta política y aumentó la capacidad militar de su país.
Este desarrollo del Paraguay se oponía a los intereses británicos, que preten­dían la inserción de los países de América latina en el nuevo orden internacional como productores de materias primas. Además, la política paraguaya de inter­vención en la cuenca del Plata para lograr una salida al mar para su producción generaba rivalidades con los otros países de la región -el Brasil, la Argentina y Uruguay-, que estaban consolidando sus vínculos con el mercado exterior.
La tensión llevó a una guerra, que se inició a partir de la intervención de los países de la región en el conflicto que se desarrollaba en el Uruguay entre los partidos Blanco y Colorado. En 1863, el general colorado Venancio Flores, con apoyo de Buenos Aires y el Brasil, invadió el terri­torio uruguayo para derrocar al gobierno blanco de Bernardo Berro. Este solicitó ayuda al presidente del Paraguay, quien prometió intervenir para mantener el equilibrio político en la región. Aunque se declaró neutral, el gobierno de Mitre autorizó el paso de la flota brasileña por los ríos argen­tinos.
El Paraguay declaró la guerra al Brasil e invadió la provincia argentina de Corrientes para desplazar tropas hacia el territorio brasileño. En res­puesta, los gobiernos del Brasil, la Argentina y el Uruguay firmaron en mayo de 1865 el Tratado de la Triple Alianza, mediante el cual acordaron luchar hasta destituir al presidente paraguayo, abrir los ríos paragua­yos al comercio internacional y entregar los territorios que estaban en litigio al Brasil y la Argentina. El general Mitre asumió el mando de las fuerzas aliadas terrestres.
Aunque los aliados creían que el conflicto se iba a resolver rápidamente, la guerra se prolongó debido a la tenaz resistencia de los paraguayos y a las dife­rencias entre los jefes de la Alianza. Finalmente, las fuerzas de la Triple Alianza entraron en Asunción en enero de 1869. El presidente López continuó luchan­do con apenas 500 hombres, hasta que fue derrotado y muerto por fuerzas brasileñas en Cerro Corá, en marzo de 1870.
La guerra dejó a Paraguay con su economía arrasada y su población diezmada. El 90% de la población masculina murió y los que sobrevivieron eran en su mayoría niños o ancianos. Por primera vez, este país pidió un préstamo a la banca británica y, por lo tanto, quedó incluido en el nuevo orden internacional. Además, perdió porciones de su territorio en favor de la Argentina y el Brasil.
Los países aliados, si bien lograron ventajas territoria­les y el control de la cuenca del Plata, sufrieron con­siderables pérdidas humanas y acrecentaron su deuda externa debido a los gastos militares del período.

21/03/18

A partir de los vídeos, responder:

1- ¿Cuál es el objetivo del Chacho Peñaloza?
2- ¿Qué cargo ocupa Sarmiento en esa época? ¿Cual es su opinión con respecto al Chacho?
3- ¿Por qué fracasa el Chacho Peñaloza?
4- ¿Por qué Uruguay representa un peligro para Mitre?
5- ¿Por qué comienza la guerra contra Paraguay?
6- ¿Quien fue Felipe Varela? ¿Por qué se levanta contra Mitre?

https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=z52I3JTPRXw
https://www.youtube.com/watch?v=ZJU2QXT_MMU
https://www.youtube.com/watch?v=lMe511cjCDU


A partir de la lectura del fragmento del cuento de Ricardo Piglia, "Las actas del juicio", responder:
a- ¿Qué sentimientos expresa el narrador acerca de la derrota de Pavón y la figura de Urquiza?
b- Relacionen el relato ficcional del ataque al palacio San José y el asesinato de Urquiza con los acontecimientos históricos.

"[...] por eso estábamos con él. Porque siempre hizo lo que era debido y daba gusto pelear por él, que era como nosotros, que había empezado de abajo y lo hizo todo con el coraje, desde el tiempo en que empezó a arrear caballos entre los indios, cuando recién andaba por los veinte y ya no se le podían contar ni los hijos ni las leguas.
Hasta que vino lo de Pavón, que fue como si buscara humillarnos. Hacernos vadear el río para escapar, medio escondidos, y dejarle a los porteños la de ganar sin ni siquiera un apronte. Irnos así, callados y con las ganas, es lo que da vergüenza. [...] 
Ninguno de ustedes sabe lo que es andar todo el día y toda la noche, de un tirón, hasta entrar en Entre Ríos, como si ellos nos vinieran corriendo, siendo que veníamos enteros y con eso adentro que nos daba vuelta de pensar que los porteños pudieran decir que nos corrieron y nosotros ni les vimos las caras.
Él galopaba solo y adelante y uno esperaba que se diera vuelta con esa sonrisa que le borra las arrugas, para explicarnos que era una trampa a los de Mitre eso de escapamos así, de repente.
Pero cuando desmontó en el San José no había dicho ni una palabra. [...] Lo que yo sé es que todo lo que hicimos fue para remediar lo que le sucedía y que nos tenía asombrados. [...] Venirnos de escolta por todo el valle para descubrir que habíamos escoltado porteños. Lo entendimos cuando bajaron en la Plaza, sacudiéndose la ropa como si con eso se pudiera ahuyentar el polvo que traían pegado al sudor. Nos enteramos que venían del otro lado del Arroyo del Medio solo por eso de ver cómo estaban vestidos y no porque el General nos avisara. 
Después pensamos que él los iba a educar, pero los recibió como si los necesitara, con todo embanderado y por la ventana se veía la luz y la mesa cubierta de porteños y el General disimulado en el medio y vestido como ellos. Cuentan que los porteños decían las cosas, hablaban de ferrocarriles y del puerto y de la Patria, siempre con la voz del que ordena. Y el General los escuchó callado, como si anduviera con sueño."
Yo me lo malicié de entrada, aquella noche, en la estancia de don Ricardo López Jordán, cuando me preguntaron si me animaba. '¿Te animas, Vega?', me preguntaron, y yo me quedé quieto y no dije nada. Pedí seis hombres y antes que clareara me apuré a hacerlo, como quien le revienta la cabeza a un potro quebrado.
Me acuerdo que entramos al galope y gritando para darnos coraje. Los caballos se refalaban en las baldosas y los gritos iban y venían por las paredes cuando entramos sin desmontar, atropellando. 
Él apareció de repente, en el fondo del pasillo, solo y medio desnudo, contra la luz. Nos recibió igual que si nos esperara y no se defendió. No hizo más que mirarnos con esos ojos amarillos, como si nos estuviera aprendiendo el alma. [...] y el General tenía la cara escondida por las arrugas y los ojos quietos en algo, no en mí que estaba muy cerca, en algo más lejos, en la gente de a caballo, o en la pared medio descolorida de tanto poner y sacar la bandera. [...]
-Perdone, mi general -le dije, y me apuré buscándole el medio del pecho para evitarle el sufrimiento."

14/03/18


1- Si fueses nacionalista en Buenos Aires de 1852 ¿Quién sería tu líder?
2- Si fueses federal ¿Qué le criticarías a nacionalistas y autonomistas?
3- ¿Qué sucede el 11 de septiembre de 1852? ¿Cuál es la consecuencia de este hecho?
4- ¿Cómo era el estado financiero de la Confederación en tiempos de la presidencia de Urquiza? Transcribe una frase de la fuente que justifique tu respuesta.

“Nuestra situación financiera, Señor, es muy grave. Sobre todo las aduanas de la Confederación y sobre la Tesorería General hay libramientos girados por sumas de consideración que ellas no pueden pagar en dos meses más”.
Carta de José Miguel Galán, ministro de Guerra y Marina, a Urquiza, 28 de noviembre de 1858

“Nuestras rentas no alcanzan para todas las necesidades. Hemos atendido a algunas con los 100.000 pesos y ahora vamos a recibir cuarenta mil (préstamos brasileños), que he destinado para invertirlos todos al pago de algunos meses a las guarniciones de San Luis, Córdoba, Santiago y Santa Fe. La Aduana del Rosario está agotada. Resulta del último estado de noviembre que apenas quedan en letras 4.000 pesos”.
Carta de Salvador María del Carril a Urquiza, 26 de diciembre de 1857.

5- ¿Cuáles eran los adelantos que enorgullecían a los porteños? Transcribe una frase del texto que justifique tu respuesta.

"La prensa europea nos manda una carta de felicitación [...] Buenos Aires, su situación presente, sus leyes liberales, su población inmigrante, sus progresos comerciales e industriales [...] Las leyes de Buenos Aires son hoy materia de comento y admiración en la culta Europa. El 23 de mayo de 1857 se estrena el salón del Club del Progreso, que es sin rival por su magnificencia en la América del Sur. La Plaza de la Victoria ostenta la pirámide rodeada y coronada de estatuas [...]. Con el teatro Colón, la catedral y la pirámide, el espectador se creería en Roma, si los picos de gas que iluminarán la gran portada de la Recova no diesen un aire más moderno a este foro argentino, testigo de los grandes acontecimientos de la Revolución de Mayo. Han acudido de todas partes del mundo para celebrar dignamente nuestras fiestas cívicas, artistas de primer orden [...]. Buenos Aires, en fin, en mayo de 1857, comienza una época de realización práctica del programa de Mayo".
Domingo Faustino Sarmiento, artículo en El Nacional, 22 de mayo de 1857.

6- ¿Qué relación puedes establecer entre el estado financiero de la Confederación y la sanción de las leyes de derechos diferenciales?

07/03/18

Documento A


El poder omnipotente ejercido por Rosas -previsto por el general San Martín años antes, sin imaginar quién sería el dictador- fue el resultado necesario de la anarquía prevista por la revolución de Mayo. El efecto de la revolución de 1810 fermentó en mucha más virulencia entre los gauchos de las campañas, donde no existía disciplina social, que entre los ha­bitantes de la ciudad. Los campesinos alzados por sus caudillos y proclamando la defensa de la religión y la república, de la federación y el americanismo, se rebelaron contra la ciudad donde residía la mino­ría culta, el grupo universitario, centralista y liberal, la influencia europea. Las campañas triunfaron so­bre la ciudad, los caudillos federales, conductores de las masas autóctonas, bárbaras y militarizadas, desplazaron en el predominio político al selecto nú­cleo de los universitarios europeizados. Rosas inter­pretó y dirigió, como jefe supremo, este gran movi­miento; por eso su dictadura fue trascendental y du­rante su larga duración, en la que se mantuvo firme­mente la unidad nacional y su independencia, pu­dieron madurar los elementos que forjaron la orga­nización constitucional, después de su caída. 

Carlos Ibarguren, Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo.

Documento B


Durante las décadas de 1830, 1840 y 1850, la Argentina puede haber parecido al extranjero una comunidad desalentadora, falta de un carácter liberal y progresista y lenta en su desarrollo económico. Pero para quienes estaban estrechamente fa­miliarizados con el país como comunidad, éste pre­sentaba un aspecto diferente. Bajo la dictadura del general Rosas se produjo cierto movimiento de pro­greso sobre el cual las generaciones posteriores pu­dieron construir. En la extensa provincia de Buenos Aires se mantuvo la paz durante un largo período de tiempo. La frontera se desplazó hacia el sur y hacia el oeste, se eliminaron las perturbaciones sociales, se conservó la independencia nacional. [...] 
El desarrollo comercial de la cría del ganado ovi­no agregó variedad y fuerza a la economía. Fue posible la acumulación de riquezas en manos pri­vadas, tanto nacionales como extranjeras [...] 
Su abandono de los planes de educación universal y superior, [...] su creencia de que, de cuando en cuando, el asesinato de opositores políticos era jus­tificado y necesario, sus prolongadas luchas con los vecinos, todos estos aspectos de la política re­sista hablaban contra él en el espíritu de sus contemporáneos. Pero para aquellos que habían expe­rimentado la inestabilidad social y la anarquía política siempre a punto de estallar, el régimen del ge­neral Rosas era una alternativa operante. 

H.S. Fems, La Argentina. Introducción histórica a sus problemas actuales.

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